domingo, 30 de septiembre de 2007

Cesáreas innecesarias

“CESÁREAS INNECESARIAS:
MAMIFICAR EL NACIMIENTO”

“Hay que proteger a la mujer en trabajo de parto de todo estímulo del neocortex o cerebro pensante. Esto se logra si conseguimos que la mujer que va a parir no se sienta observada pues todos nos sentimos diferentes cuando sabemos que nos están observando. Todos los mamíferos han desarrollado una estrategia para preservar la intimidad en el momento de dar a luz.”
Todo se desarrolla distinto si tanto el médico como el resto del personal que asiste el parto se mantienen en un segundo plano, ubicándose en un rincón de la sala, permitiendo que la mujer se sienta así menos observada y por lo tanto más segura, contenida, apoyada y sostenida por un acompañante de su elección, utilizando luces tenues para no estimular la visual...
Pero actualmente esta escena se representa en muy escasos números de nacimientos, siendo lo más frecuente que el médico y el resto del personal (enfermeras, neonatólogos, practicantes, etc.) se coloquen de pie delante de la mujer, observándola atentamente.
Además, cualquier situación asociada a la secreción hormonal de la familia de la adrenalina tiende también a estimular el neocortex y a inhibir el proceso del parto.
Todos los mamíferos, al sentirnos en peligro, adoptamos un estado de alerta que impide el progreso del parto, por eso es imprescindible que la mujer se sienta segura.
Cuando se siente segura y logra un clima de privacidad, la mujer adopta posturas muy mamificadas, poniéndose por ejemplo en cuatro patas o cuclillas. Por eso algunos autores, como Michel Odent, plantean la necesidad de “mamificar” el nacimiento.

También es notable como la mujer en trabajo de parto busca la compañía de otra mujer. Existe evidencia científica que ha demostrado que la presencia de una doula reduce significativamente la necesidad de medicamentos y los índices de intervenciones.

Si las necesidades básicas de la mujer que da a luz se comprendiesen mejor, y tomásemos conciencia de la participación activa que tiene el bebé en el inicio del trabajo de parto (liberando en el liquido amniótico una sustancia que indica que sus pulmones ya están listos, y oxitocina que, combinada con la oxitocina de su mamá, desencadenan las contracciones) no estaríamos en una generación de nacimientos sumamente medicalizados, con altos índices de inducciones y cesáreas innecesarias.

El número de cesáreas en los últimos años es muy alto, con un promedio superior al 30 por ciento, un porcentaje que está muy por encima del intervalo de valores considerados razonables por recomendaciones de la OMS, la cual sitúa este porcentaje entre un 10 y un 15 por ciento.

Desterrando por ejemplo la creencia de que se requiera una cesárea después de una cesárea anterior, bajaríamos considerablemente este porcentaje.
Si propiciásemos un entorno amoroso y respetuoso, sería mucho menor el número de mujeres que no lograrían dilatar, otro famoso monstruo desencadenante de cesárea.
Si la mujer tuviese libertad de movimiento durante el trabajo de parto y si el monitoreo se hiciese en forma intermitente y evitando la posición de litotomía (acostada boca arriba), se disminuirían las cesáreas a causa de sufrimiento fetal.
Si la mujer pudiese elegir libremente la posición que desea adoptar para el expulsivo bajaría el número de cesáreas por estreches de pelvis de la madre.
Por supuesto que con estas medidas las cesáreas no desaparecerían por completo, nadie pretende eso y somos concientes de que es un gran instrumento para salvar vidas en casos concretos. Incluso hoy en día la técnica está tan perfeccionada que si bien no deja de ser una cirugía, el riesgo asociado es muy bajo, desde el punto de vista médico.
Para la medicina un parto es exitoso cuando el producto final del mismo es un bebé sano físicamente. Pero sería interesante que pudiéramos comprender que el individuo es un todo, y no solo un cuerpo separado de la mente. Desde esta concepción del ser comprenderíamos que al hablar de salud debemos adicionar el concepto de salud psíquica y emocional al de salud física. Y al hacer esta integración del ser podríamos darnos cuenta de los riesgos que implica, tanto para el bebé como para la mamá, una cesárea innecesaria.
En referencia a esto Michel Odent dice: “la cesárea es un invento maravilloso para sacar a algunos bebes con problemas, pero es trágico que se convierta en una forma habitual de nacimiento”. El también habla de la diferencia que existe entre las cesáreas sin trabajo de parto (programadas), las cesáreas decididas durante el trabajo de parto y las cesáreas de urgencia.

En relación a la presencia femenina, representada por la partera tradicional en los lugares donde aún existe esta figura, y por la doula en lugares donde, como en nuestra ciudad, ya no hay parteras, su beneficio radica en el cuidado emocional continuo, respetando los tiempos y teniendo la sabiduría de que el parto es un proceso lento que no hay que apurar, a la vez que devuelve a la mujer la confianza en su cuerpo y su capacidad de parir, y brega por recuperar la dignidad del nacimiento de un ser humano.

Recordemos que el embarazo y el nacimiento no son una enfermedad y el parto es un proceso fisiológico donde los aspectos emocionales deben ser respetados. La mujer debería poder sentirse segura y contenida. No recibir frases desconsideradas, malas actitudes o un trato humillante como el que muchas mamás describen y que transforman al dolor (inevitable y necesario) en sufrimiento. En relación al dolor, la excesiva oferta de epidural induce a muchas mujeres a pensar que el parto es más doloroso de lo que realmente es.
Con una buena preparación al parto, un trato digno, la presencia de un acompañante afectuoso y el apoyo del equipo medico cualquier mujer puede superar los momentos difíciles sin recurrir a anestésicos que no solo tapan el dolor, también duermen el placer.
La epidural debería ser una opción y no una necesidad impuesta por el ambiente hostil de muchas instituciones medicas.

El parto es un acontecimiento único e íntimo en la vida de una mujer por la carga sexual que contiene, por lo que ella debería tener un papel protagonista. Para eso la mujer debe estar informada, tener libertad de elección y permitirse vivir y sentir (con todos sus sentidos) el parto.

El uso de oxitocina sintética es considerado por la OMS una intervención mayor por los riesgos que conlleva, que solo debe usarse bajo una indicación especifica y no por rutina. Pero habitualmente suele ponerse un goteo con esta sustancia sin consultar a la mujer, con el único objetivo de acelerar el parto, provocando más dolor, necesidad de analgésicos y sufrimiento fetal que finalmente termina en cesárea.

Cada decisión debería ser basada en un minucioso análisis de riesgos y beneficios. Comunmente cuando se programa una cesárea innecesaria no suelen tenerse en cuenta las ventajas de esperar las contracciones y el comienzo del trabajo de parto.
Estas ventajas son: que las contracciones adelgazan el segmento inferior (donde se hace la incisión) y en consecuencia la recuperación es más rápida; el trabajo de parto libera hormonas que impregnan a la mamá y al bebé y lo preparan para su vida fuera del útero; las contracciones disminuyen la posibilidad de que el bebé tenga problemas respiratorios comunes de los bebés nacidos por cesárea; y además las contracciones estimulan la producción de oxitocina, la hormona del amor, que preparan a la madre para establecer un intenso vinculo amoroso con su bebé. El primer efecto de la cesárea en la mayoría de las situaciones es un retraso significativo en el primer vinculo madre-hijo.

Muchas mujeres después de una cesárea experimentan sentimientos de perdida y fracaso. Y en esto tendrán mucho que ver los motivos por los cuales se decidió la cesárea y cómo se realizó la intervención. Si la cesárea es de urgencia la mujer necesitará más tiempo para poder asimilar lo que paso, sobre todo las sensaciones de miedo por la vida del bebé y la de ella.
La calidad de la atención es fundamental para la recuperación de la cesárea. Si ha sido participe de la decisión, si se le ha informado los motivos y las diferentes opciones y si ha podido estar acompañada emocionalmente el malestar psicológico es menor y la recuperación mucho más rápida. Por el contrario, si ha estado sola y si la indicación de cesárea ha sido dudosa o claramente innecesaria el malestar psicológico probablemente sea importante e incluso mayor conforme pase el tiempo.

Cuando la cesárea es realmente la mejor opción para la mamá y el bebé, cuando los beneficios son notablemente mayores que los riesgos físicos y psicológicos, es recomendable que el ambiente del quirófano sea tranquilo, de respeto por esa mujer, por esa familia y por ese bebé que esta naciendo. Luego de la intervención la mujer debe recuperar inmediatamente el protagonismo, facilitándole el contacto madre-hijo lo antes posible, y ofreciéndole el apoyo y asesoramiento correcto en el inicio de la lactancia.

También es importante que el entorno familiar reconozca las características especiales del nacimiento por cesárea, tomando como válidos los sentimiento de la mamá y no infantilizándola al negar su sufrimiento mientras repiten constantemente frases del estilo de: "Lo importante es que el bebé está bien".

Doulas de Rosario