domingo, 25 de noviembre de 2007

Las violencias invisibles




El parto es un hito en la vida de una mujer que le otorga un sentido de poder extraordinario, aunque no siempre se vive de esta manera. En muchas oportunidades ese sentimiento es inexistente o se encuentra disminuido por la forma en que se desarrollan las diferentes situaciones que comprometen a la experiencia.
Hay mujeres que “eligen” ser paridas a parir, en el sentido de perder las riendas de la situación en la que ellas deberían ser las protagonistas; allí este proceso comienza a violentarse, a ir en contra de lo natural, del modo consecuente del equilibrio de la mujer consigo misma. Esta vivencia tan particular repercutirá sobre la salud física y emocional de la madre y el niñ@.
En nuestra cultura el parto, que es un hecho espontáneo, se ha convertido en antinatural y comercial. Todo se basa en el control y las diversas ofertas (de distinto tipo) en donde la mujer paulatinamente va perdiendo su propio saber ancestral dando lugar al miedo y la inseguridad. Cuanto más despersonalizada y fuera de contacto consigo misma está, queda más sometida a elementos ajenos para afirmarse y buscar seguridad. Así se genera un círculo vicioso: cuanto más temor y desconocimiento sobre sus emociones, mayor distancia con las sensaciones del bebé que se altera y llora. Más angustia de la mamá que no entiende que le pasa y siente dudas, creyendo que no sabe comprender a su bebé. Y así una y otra vez se vuelve a iniciar el ciclo.
Las mujeres, metidas en la vorágine, el crecimiento laboral y personal, cuando decidimos ser mamás, ponemos este proyecto como uno más en el resolver instantáneamente. Todo tiempo en la búsqueda de un hijo parece mucho y sin darnos cuenta que esos tiempos de espera son los que nos conectan con la realidad de la crianza, con la calidad y cantidad de tiempo que precisan los niñ@s para su desarrollo, con el ritmo del maternar.
Entre las actividades que realiza una embarazada están los ejercicios de preparación física para el parto. Así como es muy importante el cuidado corporal, es indispensable que la madre esté en contacto con sus sensaciones, procesando los distintos cambios que se van produciendo para cerrar la etapa del embarazo y abrirse al parto, como un hecho del corazón, como algo sagrado, en donde el cuerpo no debe ser capturado por formalismos sino donde exista la posibilidad de expresión, en el hacer, en el decir, en el sentir.
¿Por qué hablamos de violencias invisibles?
Porque toda experiencia sin suficiente apoyo y sostén es violenta, actúa en contra de las necesidades básicas: es la violencia del desamparo. Un bebé precisa al adulto para sobrevivir. La mamá necesita un espacio para sus proyectos, sino se ve invadida por un sentimiento de postergación: o siente que se posterga como persona y/o trabajadora, o que relega al bebé. Y el papá también busca su lugar en la relación de protección y cuidado del pequeño y acompañando a su mujer en la tarea de maternar.
Cuando un bebé no se siente contenido, amamantado, acunado, ‘aupado’ en una continuidad con el calor y el movimiento de mecer del vientre materno, experimenta un mundo frío, inhóspito sin confianza. Se altera, llora, se expresa con su cuerpo, muchas veces, a través de múltiples enfermedades corporales que se repiten.
En los partos donde la madre y el bebé no son tratados en forma amorosa o existe una sensación de sufrimiento excesiva la relación madre- hijo puede verse afectada. Si no son atendidas las necesidades de esta díada inducimos a perpetuar dinámicas violentas que se expresan, según Laura Gutman bajo cuatro formas básicas: violencia hacia afuera (destruyo al otro), violencia pasiva (el otro me destruye, personas ‘víctimas’ ), violencia hacia dentro (me autodestruyo: enfermedades, debilidades) y devorarlo todo (adicciones). Estas formas se consolidan en violencias individuales y sociales.
¿Qué podemos hacer para mejorar los espacios de sostén?
Darnos la oportunidad de desarrollar comportamientos saludables en dirección a un cambio de actitud comprometido con un proceso de salud integral.
Si está presente el conflicto entre la madre y su pareja o entre ella y el personal sanitario o incluso con ella misma (frustración, culpa, depresión) podría presentarse un impacto negativo sobre el bebé. Por eso es necesario consultar si hay vivencias de estas características, con profesionales que nos orienten.
Confiar en los elementos que nos da la propia naturaleza o la experiencia de aprendizaje que podamos realizar en diferentes aspectos de nuestra vida, alimentando nuestro potencial en diferentes áreas:
yo sé
yo hago
yo siento
yo y los otros
yo puedo
Conversar profundamente con la pareja sobre los roles y la colaboración real. A veces la mujer imagina que el hombre la ayudará pero esto no se habló nunca y en el momento de resolver situaciones se encuentra sola.
Siempre estamos a tiempo de reparar y encontrarnos con nosotras mismas y nuestros hij@s, mejorar la calidad del tiempo compartido, revisar nuestras experiencias anteriores y modificar las que fueron negativas.
Podemos buscar ayuda en lecturas, espacios de reflexión, grupos de pares, de pre y post parto (si se está atravesando la experiencia de puerperio o primer año de vida) o psicoterapia.
Hoy ganamos mayor protagonismo de los padres, que se han convertido en compañeros y cumplen también la importante función de paternar. Pero la mujer que pierde el contacto con sigo misma no encuentra una red que la sostenga en la tarea de amparar a su bebé. Esta función era realizada, en la antigüedad, por las mujeres de la familia: madre, comadronas, abuelas, que estaban alrededor de la mujer ayudándola a parir, maternar y cuidar.
Frente a una sociedad que gira cada vez mas rápido, los tiempos de reflexión y pensar se diluyen y son cada vez más difíciles de encontrar. Ganamos algunas cosas perdemos otras.
Lo importante es encontrar ese equilibrio que nos permita elegir cómo queremos vivir, cuáles son nuestros valores y que nos acerca al bienestar. Si encontramos ese espacio para nosotros podremos seguramente transmitirlo a nuestros hij@s y brindarle ese lugar de confianza y seguridad interior para verlos crecer saludables.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Beneficios de la presencia de doulas en el parto.

Estudios científicos han demostrado que el apoyo emocional que aporta la doula, se traduce en resultados sobre el desarrollo del parto tan importantes como los siguientes:

Durante el trabajo de parto y el parto:
-reducción de las tasa de cesáreas en un 50%.
-reducción de la duración del trabajo de parto en un 25%.
-reducción de las peticiones de epidural en un 60%.
-reducción de un 30% en el uso de analgesia.
-reducción de un 40% en el empleo de fórceps.

Durante el post-parto, las mujeres que contaron con el apoyo de una doula 6 semanas después del parto:
-mostraron menos ansiedad y depresión post-parto.
-mostraron mayor confianza con su bebé.
-mayor satisfacción (un 71% de casos frente al 30% de los casos estudiados que no contaron con la presencia de una doula).
-mayor probabilidad de una lactancia exitosa (52% frente a 29%).
(Datos recogidos del estudio: A Doula Makes the Difference por Nugent, publicado en Mothering Magazine, March-April 1998). FUENTE: www.doulas.es

A Doula Makes the Difference
Karen Nugent, publicado en Mothering Magazine, March-April 1998

A Doula Makes the Difference! Karen Nugent Issue 87, March/April 1998
We couldn't have done it without our doula!
Despite difficulties encountered during an arduous 96-hour labor, my husband Paul and I cherish the birth day of our first child.
We were fortunate to have a doula who provided continuous emotional and physical support, and worked as our advocate to complement the midwife's medical expertise. This personalized labor assistance enabled us to achieve our childbirth goals, which included birth without medication or other unnecessary medical intervention. We couldn't have labored alone as successfully.
The doula made the difference.
Doula is a greek word meaning "woman helping woman." Dana Raphael first coined the term in her book The Tender Gift, which underscores the fact that women need women to assist in childbirth and to provide continued emotional support and guidance throughout the joyous and turbulent postpartum time. A doula, by definition, is present to serve. She helps a woman integrate the day she will never forget.
"Labor support is Centuries old, but its advantages have now been validated in six controlled studies, and its positive benefits should not be overlooked," says neonatologist Marshall H. Klaus, MD, adjunct professor of pediatrics at the University of California and director of academic affairs at Children's Hospital in Oakland.
According to research conducted by Klaus and his partner, John H. Kennell, MD, professor of pediatrics at Case Western Reserve University School of Medicine, the presence of a doula during the laboring process reduces the need for a cesarean by 50 percent, length of labor by 25 percent, use of oxytocin by 40 percent, use of pain medication by 30 percent, the need for forceps by 40 percent, and requests for epidurals by 60 percent. Comparable research studies on the effect of doula support have been analyzed by precise statistical methods and published in the Journal of the American Medical Association and the New England Journal of Medicine.
Along with the psychological and physical benefits of labor support, there are significant financial advantages. Klaus and Kennell report that births assisted by doulas could mean a $3,500 savings for individual families, and therefore reflect a $2 billion annual reduction in national medical care costs associated with labor and delivery. And no one can put a price on a woman's birth memories.
In recounting the success of our doula-assisted birth with family and friends, we discovered that few people truly understand the affirming advantages associated with a doula's services. Many wonder how a doula enhances the laboring woman's process when she already has a partner present who has attended childbirth education classes and a midwife or doctor attending the birth. Some fear that the doula will interfere with the couple's intimate experience or conflict with medical assistance.
However, more frequently than not, adequate emotional nurturing for the laboring woman is not routinely provided by mainstream medical caregivers. Doctors have separate concerns requiring medical expertise that take precedence over providing constant emotional support. As a result, women are too often encouraged to accept induction of labor, epidural pain relief, episiotomy, or other unnecessary medical intervention "to speed labor along," rather than offered encouragement to value their own inherent process and power to give birth naturally.
We located our doula, Lori, through a birthing center. I was aware of Doulas of North America and found out that she is a member, so I telephoned her to see if we were "a match" before Paul and I met with her in person. From our first conversation, I knew that she would be the one to help us through our big event. She provided us with specific information regarding her services, along with a portfolio containing a job description and a contract outlining our agreement for services and fees. The contract included unlimited prenatal consultations, early labor and delivery support, transportation to the birth site, continuous care until two hours postbirth, lactation assistance, and postpartum care. The orientation packet also contained information on nonmedical support techniques for labor and birth, inducing exercise, acupressure, massage, aromatherapy, herbal therapy, color therapy, and use of a birthing ball--a large gymnastic ball for sitting or rocking. This was my favorite birthing tool, as it helped immensely with the incredible back labor I endured.
A three-hour consultation with Lori and her partner followed this first meeting. We discussed my needs for labor support and began to formulate a birth plan that, when complete, would be duplicated and distributed to any medical personnel we would potentially come in contact with at the birth. Having this plan in hand would enable us to focus on the birth, rather than having to be concerned about conveying our wishes to people we hadn't met. This became one of our most beneficial exercises, especially when we unexpectedly found ourselves in the hospital on the night before the birth.
The series of events that preceded our overnight stay in the hospital unfolded like this: Paul had tirelessly comforted and coached me through contractions for two days and two nights before we decided we needed to utilize Lori's fresh perspective and much-needed energy. She arrived on the morning of the third day, fixed Paul something to eat, and sent him to bed. Lori labored with me all morning. She brewed fragrant herbal tea and read poetry to me while I enjoyed some relief in a warm bath encircled in candlelight. She massaged me with lavender and patchouli oil, and reminded me to drink lots of juice and use the bathroom frequently to keep labor steady and efficient. We listened to music, rocked on the birthing ball, and mirrored yoga poses, as squirrels raced across the rooftop.
By early afternoon, contractions were difficult to manage. Paul packed the car, and we called the midwife. She wanted us to come in to the birth center. Once there, after a 45-minute drive with intense contractions coming every five minutes, the midwife examined me and found that I was 90 percent effaced, but my cervix was not dilated. Paul and I were discouraged and exhausted. Lori offered words of encouragement and praise for our hard work and commitment to the task at hand.
Knowing that we strongly desired an unmedicated, natural birth, the midwife recommended that I go to the hospital for a sedative to help me sleep. She felt that with rest I would more likely be able to manage the more painful phase of active labor yet to come. So, after careful consideration, we went to the hospital. Lori stayed with us all night. I woke up at 4:00 a.m. with bloody show. A full moon was out to greet us in the black morning sky. I knew that this would be the day.
The change of scenery from home to hospital had lessened the intensity of contractions; however, they were still rolling over me every five to seven minutes. Newly motivated after seeing the bloody show, yet feeling like settling in to nest, I began to move into that hazy world characterized by trance-like concentration required to sustain the business of birth--a place where sea meets sand and tide pools swirl when stirred like drops of white paint in a gallon of blue. Paul and I were both in a daze. We heard Lori remind us that we wanted to have our baby at the birth center. Paul got the nurse and, after I had been hooked up to the fetal monitor for two hours--"hospital procedure"--we were finally out of there by 6:00 a.m. and on our way to the IHOP for breakfast.
While Lori and Paul finished breakfast, I walked around the restaurant chewing on a piece of English muffin and having contractions. Pancake syrup bottles became focal points, as the toothless waitress gave me advice and worried over the . poached egg I had just eaten. Outside, the dawning of the full moon cued us to move on.
After checking in at the birthing center to find that I was only 3 centimeters dilated, we decided to go to a nearby bed and breakfast to continue with our labor management techniques before returning to the birth center for the final push. The periodic changes in location seemed to help us feel like we were moving forward in what would have otherwise seemed like an endless, frustrating ordeal. Paul called friends and family, while Lori and I focused on tidal waves of contractions. She encouraged me to trust my own instinctive process and empowered me with a sense of inter-connectedness to all women who had given birth before me. We slowly swayed back and forth together, listening to the comforting rhythm of Enya's Watermark.
At long last, we made the final trip to the birth center. Paul and Lori worked together to keep me comfortable. Paul's presence gave me a grounded feeling of safety, and Lori was the only one who could effectively relieve my three hours of excruciating back labor, by using acupressure techniques. We were fortunate to have our favorite two midwives on call that day, making the experience extra special.
When the urge to push overcame me, I sank into the arms of one of the midwives. Lori whispered words of praise. Paul embraced me with his smile, as he watched the miracle of Kevin Paul's birth. At 4:55 p.m., Paul lovingly placed our son in my arms, as Lori quietly observed our joyous family union. We couldn't have done it without her!
At our postpartum closure meeting, Lori presented us with "The Birth Story," a written narrative of our experience from her point of view. It was beautifully written, straight from the heart. She visits us periodically to see how we are coming along as a family. On Mother's Day, she telephoned to wish me a happy day and to remind me of my great accomplishment. I feel the sense of pride and identity that Livingston describes, and I now clearly understand why Dana Raphael entitled her book about the positive impact of women helping women give birth The Tender Gift. Today, DONA carries on this tradition, helping women and families across North America.
THE ROLE OF THE DOULA Doulas of North America (DONA) is an international organization of doulas cofounded in 1992 by childbirth educators Penny Simkin, PT; Annie Kennedy; Klaus and his wife Phyllis H. Klaus, MEd, CSW; and Kennell. According to the standards of practice outlined by DONA, the doula "advocates for the client's wishes as expressed in her birth plan, in prenatal conversations, and intrapartum discussion. She helps the mother incorporate changes in plans if and when the need arises, and enhances communication between client and caregiver." Likewise, the doula provides solace and support to the woman's partner. Conversely, the doula does not perform clinical or medical tasks such as taking blood pressure, temperature, checking fetal heart tone, doing vaginal examinations, or postpartum clinical care. Rather, she is present to offer comfort and provide gentle reminders, in keeping with the predesignated birth plan.
"A doula gives straight from her heart to help another woman discover what birth and life are really all about," says Connie Livingston, RN, DONA director of publications, and ASPOI/Lamaze educator. Doulas help women achieve "birth the way it was supposed to be," adds Livingston. "They bring a calming feeling, in such a hurried society, to the deep and spiritual experience of birth and, as a result, enable women to look back on the day they give birth with a sense of pride and identity."
DONA'S primary goal is to increase the availability of trained doulas in North America, through an international certification process. Their communications network connects certified doulas with pregnant women interested in their services.
"DONA helps women join together to network with and support each other, in order to facilitate better and more economical health care for women," says Jennifer Nunn, DONA membership chairperson.
Membership is the first step toward DONA certification. Members subsequently receive a subscription to International Doula, the organization's quarterly newsletter; discounts on DONA-Sponsored conferences, workshops, and training; and an information packet outlining certification requirements. Currently, DONA has 2,150 members and 425 certified doulas.
DONA-certified doulas are trained in the emotional and psychological processes of labor and birth; the anatomy and physiology of reproduction, labor, and delivery; comfort measures and nonpharmocologic pain relief techniques; appropriate topics for prenatal and postpartum discussion with clients; ethics and standards of practice for the doula; communication skills; and values clarification.
Certification requirements also include submitting recommendation letters, after providing continuous labor support, from three clients and either three nurses and two doctors or three midwives. Aspiring doulas must also maintain records from attending births, summarize selections from an extensive list of required reading, write a paper on the value and purpose of labor and support, and complete one of the following trainings: childbirth education; midwifery; or nurse's training with work experience in labor and delivery.
On request, DONA will provide an updated listing of members and certified doulas. The local chapter of the International Childbirth Education Association (ICEA) may also know of practicing doulas in specific areas. Call 612-854-8660 for the current schedule of the ICEA Doula Certification Program.
August 20 to 23, 1998, DONA will host its fourth annual international conference in Clearwater Beach, Florida, for all who support women and families in the childbearing years. Nunn is coordinating the event and expects a distinguished panel of speakers, including Penny Simkin, PT, and Marshall H. Klaus, MD.
For additional information on DONA, contact them at 206-324-5440, http://www.dona.com/, or AskDONA@aol.com.
Karen Nugent is an adjunct instructor in the Humanities and Social Sciences Division at Central Florida Community College in Ocala, Florida, where she lives with her husband, Paul, and their son, Kevin (2).

lunes, 15 de octubre de 2007

"Cesáreas innecesarias" - Fotos


Dr. Jaime Lardizábal en la charla sobre cesáreas innecesarias.

"Lactancia: la primer hora"


Puericultora Patricia Luque en la charla sobre lactancia.

"hacia un nuevo paradigma del parto y nacimiento" - Fotos

Dr Guillermo Ingrassia y parte de los/as asistentes a la charla

domingo, 30 de septiembre de 2007

Cesáreas innecesarias

“CESÁREAS INNECESARIAS:
MAMIFICAR EL NACIMIENTO”

“Hay que proteger a la mujer en trabajo de parto de todo estímulo del neocortex o cerebro pensante. Esto se logra si conseguimos que la mujer que va a parir no se sienta observada pues todos nos sentimos diferentes cuando sabemos que nos están observando. Todos los mamíferos han desarrollado una estrategia para preservar la intimidad en el momento de dar a luz.”
Todo se desarrolla distinto si tanto el médico como el resto del personal que asiste el parto se mantienen en un segundo plano, ubicándose en un rincón de la sala, permitiendo que la mujer se sienta así menos observada y por lo tanto más segura, contenida, apoyada y sostenida por un acompañante de su elección, utilizando luces tenues para no estimular la visual...
Pero actualmente esta escena se representa en muy escasos números de nacimientos, siendo lo más frecuente que el médico y el resto del personal (enfermeras, neonatólogos, practicantes, etc.) se coloquen de pie delante de la mujer, observándola atentamente.
Además, cualquier situación asociada a la secreción hormonal de la familia de la adrenalina tiende también a estimular el neocortex y a inhibir el proceso del parto.
Todos los mamíferos, al sentirnos en peligro, adoptamos un estado de alerta que impide el progreso del parto, por eso es imprescindible que la mujer se sienta segura.
Cuando se siente segura y logra un clima de privacidad, la mujer adopta posturas muy mamificadas, poniéndose por ejemplo en cuatro patas o cuclillas. Por eso algunos autores, como Michel Odent, plantean la necesidad de “mamificar” el nacimiento.

También es notable como la mujer en trabajo de parto busca la compañía de otra mujer. Existe evidencia científica que ha demostrado que la presencia de una doula reduce significativamente la necesidad de medicamentos y los índices de intervenciones.

Si las necesidades básicas de la mujer que da a luz se comprendiesen mejor, y tomásemos conciencia de la participación activa que tiene el bebé en el inicio del trabajo de parto (liberando en el liquido amniótico una sustancia que indica que sus pulmones ya están listos, y oxitocina que, combinada con la oxitocina de su mamá, desencadenan las contracciones) no estaríamos en una generación de nacimientos sumamente medicalizados, con altos índices de inducciones y cesáreas innecesarias.

El número de cesáreas en los últimos años es muy alto, con un promedio superior al 30 por ciento, un porcentaje que está muy por encima del intervalo de valores considerados razonables por recomendaciones de la OMS, la cual sitúa este porcentaje entre un 10 y un 15 por ciento.

Desterrando por ejemplo la creencia de que se requiera una cesárea después de una cesárea anterior, bajaríamos considerablemente este porcentaje.
Si propiciásemos un entorno amoroso y respetuoso, sería mucho menor el número de mujeres que no lograrían dilatar, otro famoso monstruo desencadenante de cesárea.
Si la mujer tuviese libertad de movimiento durante el trabajo de parto y si el monitoreo se hiciese en forma intermitente y evitando la posición de litotomía (acostada boca arriba), se disminuirían las cesáreas a causa de sufrimiento fetal.
Si la mujer pudiese elegir libremente la posición que desea adoptar para el expulsivo bajaría el número de cesáreas por estreches de pelvis de la madre.
Por supuesto que con estas medidas las cesáreas no desaparecerían por completo, nadie pretende eso y somos concientes de que es un gran instrumento para salvar vidas en casos concretos. Incluso hoy en día la técnica está tan perfeccionada que si bien no deja de ser una cirugía, el riesgo asociado es muy bajo, desde el punto de vista médico.
Para la medicina un parto es exitoso cuando el producto final del mismo es un bebé sano físicamente. Pero sería interesante que pudiéramos comprender que el individuo es un todo, y no solo un cuerpo separado de la mente. Desde esta concepción del ser comprenderíamos que al hablar de salud debemos adicionar el concepto de salud psíquica y emocional al de salud física. Y al hacer esta integración del ser podríamos darnos cuenta de los riesgos que implica, tanto para el bebé como para la mamá, una cesárea innecesaria.
En referencia a esto Michel Odent dice: “la cesárea es un invento maravilloso para sacar a algunos bebes con problemas, pero es trágico que se convierta en una forma habitual de nacimiento”. El también habla de la diferencia que existe entre las cesáreas sin trabajo de parto (programadas), las cesáreas decididas durante el trabajo de parto y las cesáreas de urgencia.

En relación a la presencia femenina, representada por la partera tradicional en los lugares donde aún existe esta figura, y por la doula en lugares donde, como en nuestra ciudad, ya no hay parteras, su beneficio radica en el cuidado emocional continuo, respetando los tiempos y teniendo la sabiduría de que el parto es un proceso lento que no hay que apurar, a la vez que devuelve a la mujer la confianza en su cuerpo y su capacidad de parir, y brega por recuperar la dignidad del nacimiento de un ser humano.

Recordemos que el embarazo y el nacimiento no son una enfermedad y el parto es un proceso fisiológico donde los aspectos emocionales deben ser respetados. La mujer debería poder sentirse segura y contenida. No recibir frases desconsideradas, malas actitudes o un trato humillante como el que muchas mamás describen y que transforman al dolor (inevitable y necesario) en sufrimiento. En relación al dolor, la excesiva oferta de epidural induce a muchas mujeres a pensar que el parto es más doloroso de lo que realmente es.
Con una buena preparación al parto, un trato digno, la presencia de un acompañante afectuoso y el apoyo del equipo medico cualquier mujer puede superar los momentos difíciles sin recurrir a anestésicos que no solo tapan el dolor, también duermen el placer.
La epidural debería ser una opción y no una necesidad impuesta por el ambiente hostil de muchas instituciones medicas.

El parto es un acontecimiento único e íntimo en la vida de una mujer por la carga sexual que contiene, por lo que ella debería tener un papel protagonista. Para eso la mujer debe estar informada, tener libertad de elección y permitirse vivir y sentir (con todos sus sentidos) el parto.

El uso de oxitocina sintética es considerado por la OMS una intervención mayor por los riesgos que conlleva, que solo debe usarse bajo una indicación especifica y no por rutina. Pero habitualmente suele ponerse un goteo con esta sustancia sin consultar a la mujer, con el único objetivo de acelerar el parto, provocando más dolor, necesidad de analgésicos y sufrimiento fetal que finalmente termina en cesárea.

Cada decisión debería ser basada en un minucioso análisis de riesgos y beneficios. Comunmente cuando se programa una cesárea innecesaria no suelen tenerse en cuenta las ventajas de esperar las contracciones y el comienzo del trabajo de parto.
Estas ventajas son: que las contracciones adelgazan el segmento inferior (donde se hace la incisión) y en consecuencia la recuperación es más rápida; el trabajo de parto libera hormonas que impregnan a la mamá y al bebé y lo preparan para su vida fuera del útero; las contracciones disminuyen la posibilidad de que el bebé tenga problemas respiratorios comunes de los bebés nacidos por cesárea; y además las contracciones estimulan la producción de oxitocina, la hormona del amor, que preparan a la madre para establecer un intenso vinculo amoroso con su bebé. El primer efecto de la cesárea en la mayoría de las situaciones es un retraso significativo en el primer vinculo madre-hijo.

Muchas mujeres después de una cesárea experimentan sentimientos de perdida y fracaso. Y en esto tendrán mucho que ver los motivos por los cuales se decidió la cesárea y cómo se realizó la intervención. Si la cesárea es de urgencia la mujer necesitará más tiempo para poder asimilar lo que paso, sobre todo las sensaciones de miedo por la vida del bebé y la de ella.
La calidad de la atención es fundamental para la recuperación de la cesárea. Si ha sido participe de la decisión, si se le ha informado los motivos y las diferentes opciones y si ha podido estar acompañada emocionalmente el malestar psicológico es menor y la recuperación mucho más rápida. Por el contrario, si ha estado sola y si la indicación de cesárea ha sido dudosa o claramente innecesaria el malestar psicológico probablemente sea importante e incluso mayor conforme pase el tiempo.

Cuando la cesárea es realmente la mejor opción para la mamá y el bebé, cuando los beneficios son notablemente mayores que los riesgos físicos y psicológicos, es recomendable que el ambiente del quirófano sea tranquilo, de respeto por esa mujer, por esa familia y por ese bebé que esta naciendo. Luego de la intervención la mujer debe recuperar inmediatamente el protagonismo, facilitándole el contacto madre-hijo lo antes posible, y ofreciéndole el apoyo y asesoramiento correcto en el inicio de la lactancia.

También es importante que el entorno familiar reconozca las características especiales del nacimiento por cesárea, tomando como válidos los sentimiento de la mamá y no infantilizándola al negar su sufrimiento mientras repiten constantemente frases del estilo de: "Lo importante es que el bebé está bien".

Doulas de Rosario